El "Qué hacer?" que proponía
Lenin y el "ser o no ser" del cual se lamentaba Hamlet,
limitan un territorio por donde transita la incertidumbre, la perplejidad,
la bronca, el entusiasmo, el coraje, la apatía, la tristeza,
la esperanza. Marcados a fuego por la profecía gardeliana , sostenemos
la "vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser"
¿Haber sido qué? Quien más, quien menos, partícipes
necesarios de las mayores asociaciones ilícitas construidas para
la conducción destrucción política del país:
los populismos radicales y peronistas, las oligarquías conservadoras,
las dictaduras militares. Esta participación necesaria tiene
que ver con la circunstancia que ningún actor puede hacer su
función sin un público que lo contemple. Participación
necesaria y deseante, porque en esa función vemos mucho de lo
que anhelamos y escuchamos mucho de lo que esperamos. El punto de inflexión
es determinar en que punto de la función el espectador (reconozcamos
que no es mas que eso, espectador) se da cuenta que fue a ver una comedia
pero está mirando una tragedia. La semana trágica, la
masacre de Ezeiza, cicatrices imborrables de historias para ser contadas
setenta veces siete y más también. Fuimos a ver a Gaby,
Fofó y Miliki, y de pronto aparecieron los leones comiendo cristianos,
comunistas, progresistas, intelectuales, obreros, maestros, campesinos...
Algunos no se levantaron del circo. Quizá para no darle pasto
a las fieras, sin darse cuenta en el mejor de los casos que le estaban
dando algo menos renovable que el pasto: el alma. No vendieron: regalaron
su alma al diablo de los burócratas, los genocidas, los ladrones,
los asesinos. Nuestras democracias y nuestras dictaduras mataron cada
vez que consideraron que los daños colaterales eran inevitables,
y emulando a Goebbels (miente, miente, miente, que algo quedará)
establecieron: mata, mata, mata, que nada quedará. Pero algo
quedó. A pesar de Yrigoyen, Uriburu, Perón, Aramburu,
Rojas, Frondizi, Guido, Illia, Onganía, Lanusse, Perón,
de Perón , Videla, Galtieri, Bignone, Alfonsín, Menem,
De la Rúa, Chacho Alvarez, Puerta, Rodriguez Sáa, Duhalde....algo
quedó. Las construcciones superyoicas de la identidad política
fueron arrasadas. Los mitos fundantes del conservadurismo, el radicalismo
y el peronismo fueron destruidos por ellos mismos. Como todos sabemos,
los únicos privilegiados no son los niños y para un peronista
no hay nada peor que otro peronista. La ilusoria afirmación "que
se doble, pero que no se rompa", dejo pasó a la amarga comprobación
que se dobló estrangulando gente, y que se rompió con
internas más dignas de Boris Karloff y Bela Lugosi que de los
pulcros caballeros Moreau y Terragno. Los conservadores se matan en
los countries y los lumpen aristocratizados balean a sus clientes. Pero
algo quedó. El viento no se llevó todo. El 19 y 20 de
Diciembre 2001 fueron el final de un proceso de enfrentamiento con estas
democracias plataneras, donde el valor cívico que exhiben es
la plata que le pagan a los mismos organismos a los cuales ya les pagamos
varias veces la deuda. Fue un final porque el enfrentamiento había
comenzado ya durante las privatizaciones de Menem, y seguramente Doña
Rosa cuando llegue la próxima factura de servicios, comenzará
a buscar donde puede embocarlo a Neustadt, el periodista insomne. Como
todo final, abre otros principios. Pero hay una génesis social
del 19 y 20, que incluso puede abarcar desde el Cordobazo. Como hay
una génesis social de las fábricas recuperadas, con la
experiencia cooperativa de cientos de miles de productores y consumidores.
El Hogar Obrero no cayó. Lo tiraron para que los Amos de las
Góndolas (Wall Mart, Carrefour) reinaran sobre los siervos del
consumo. A lo mejor cayó por algunos de sus defectos, pero lo
tiraron por casi todas sus virtudes. Pero algo quedó. Surgieron
nuevas identidades, que prefiero denominar procesos de subjetivación.
La identidad piquetera, la identidad desocupado, fue creando su propia
dignidad, su propia autoestima. Si es cierto que sólo saben los
que luchan, entonces estamos en un momento político donde nuevos
conocimientos (y no solamente saberes) comenzarán a responder
el "¿qué hacer?" y también el "¿ser o no
ser?". Algo quedó y mucho más necesitamos. Hoy las
burocracias radicales, peronistas, militares, conservadoras no pueden
ni montar sus propios espectáculos porque nadie va a la función,
excepto que alguien nos pague la entrada, porque después de todo
un choripán no se le niega a nadie. Pero todavía padecemos
de identidades empetroladas. Como si todos fuéramos pingüinos
cubiertos de un petróleo que solos no nos podemos sacar. Petróleo
que nos va dejando sin defensas, sin reacción. Identidades empetroladas
a las cuales Freud denominó masas artificiales. Para decirlo
simple: si las masas espontáneas y revolucionarias son la crema,
las masas artificiales son la manteca. Solo sirve para untar. Es una
efervescencia cristalizada, apropiada por el sistema de dominación
para que, en el mejor de los casos, todo cambie para que nada cambie.
Gatopardismos duhaldistas que sólo hacen perder el tiempo. Si
hay que usar todos los medios, incluso los legales (diría Lenin)
la próxima función electoral es la mejor ocasión
para cambiar los actores. Ellos quieren que sea una farsa,
nosotros haremos la función en serio.
Lo más probable es que se asusten tanto que hasta intenten suspender
la función por mal tiempo. Gatopardismo sí, pero no tanto.
Si desalojamos nuestras identidades empetroladas, donde somos el reflejo
fiel o deformado de la imagen del otro, podremos generar nuestras propias
imágenes. Cambiar el mundo tomando el Poder, y empezando por
el Gobierno. Por algo se empieza. A donde se termina es un problema
del destino, no del origen. Allende y Chávez, fueron votados.
Perón y Alfonsín, también. Si es importante saber
de donde se viene, también es importante saber a donde se quiere
ir.
Para superar las identidades empetroladas será
necesario un perseverante y no exitista ejercicio de una ecología
política y social. El Padre de la Patria comenzó su lucha
en nombre del mismo rey que tenían sus enemigos. Hasta que el
9 de Julio de 1816 lo salvó de la esquizofrenia. No así
del exilio. Sin identidades empetroladas, luchando por las ideas recuperadas,
podremos ser derrotados, porque el pueblo unido puede ser vencido, pero
nunca más fracasaremos. Y superaremos la vergüenza de haber
sido y no tendremos más el dolor de ya no ser.
Por Alfredo Grande (*)
mail@icarodigital.com.ar
(*) Médico Psiquiatra. Psicoanalista. Analista Institucional.
Miembro Fundador y Presidente del Consejo de Administración de
ATICO