Poemas
Fabio Adalberto
González
Dicen que dice el
Acta Nº 2078 que en la Provincia
de Buenos Aires el día 27,
mes septiembre, año mil novecientos
sesenta y ocho (1968), hora 21.30,
lugar Avellaneda, nació una
criatura del sexo masculino constatada
por la obstétrica Nilda Amatilde
Cacciabúe, recibió el
nombre de Fabio Adalberto y el Apellido
de González.
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Dicho hecho lo obligará
a pararse con más de tres personas
a la hora de concurrir al consultorio
del odontólogo, en los exámenes
y en todo listado que se precie de
tal. Su infancia transcurrió
en LANÚS, al igual que su adolescencia,
cosa que en algún momento -
dicen que dice- se tornaba interminable
y difícil pues nadie puede
saber donde terminará lo que
nunca se sabe muy bien dónde
y cómo comenzó. Cursó
su secundario en el colegio John F
Kennedy; se recibió de técnico
mecánico electricista, aún
dicen que dice no saber con qué
fin. Siguió estudiando, esta
vez Profesorado en Historia. Se dedicó
a la docencia con rigor, ahinco y
también, por qué no,
con gusto. Insistió con la
Historia y se Licenció en la
Universidad Nacional de Luján.
Se casó, tuvo hijos, algunas
arrugas, canas que empecinadamente
intenta peinar, despertadores que
desesperan a las 5.50 AM, vendedores
a domicilio golpeando su puerta, llamados
telefónicos ofreciéndole
descuentos, ningún paraguas,
varios amigos que cuidar, una débil
voluntad para afeitarse con precisión
y método, una fila inconclusa
de dudas y algunas deudas. Su relación
con la poesía es inestable,
poco precisa pero "intensa".
En 1993 obtuvo el tercer puesto de
ediciones nubla y publicó su
primeros poemas. También integró
el grupo "LA MASACUATA"
con quien soltó algunos retazos
de voces apenas nombradas en "Poesía
tapada" (1993), "Sudejo
o libro del colibrí" (1994)
y "Deudarios" (1995). Actualmente
se domicilia en Monte Grande, partido
de Esteban Echeverría, dicen
que dice haber dudado de publicar
estas letras, pero todos sabemos que
ya es muy tarde. |
QUÉ
¿Qué quedará de nosotros?
Pregunto que quedará de tu rostro
ocupado por parientes,
Qué de mi corazón inundado
de pájaros y malos pensamientos
Pregunto porque no entiendo este presente
mal doblado
este asambleísmo de cuellos estirados
sobre mis costillas
Pregunto porque muero quemado
ahogado de sudor y de recuerdos,
estallo en almohadas ajenas como mis manos
muero en relámpagos de vidrios rotos
asesinado por tu pelo que no cesa,
permanezco
rígido y lívido
con el sudor de los hartos y los ausentes
como los aparecidos y sus historias
como los libros que nadie lee ni quema
Pregunto: ¿Qué quedará
de nosotros ?
LA DERROTA
La sombra que proyecta mi cuerpo
es la figura inerte de mi voz desasida.
Mi cuerpo inerte proyecta la sombra
de mi alma puesta en tus labios
como un insulto;
huye Dionisios de Alejandría
salgo yo de tus piernas enormes y líquidas.
¡Malditos somos los abandonados
en mitad de las batallas!
¡Malditos son los hijos que nunca
tuvimos!
y las miserias que nos juntan
contra todo el filo de la luna
que nos corta con su quejido de navaja
con sus horcas puestas a los pies de la
cama
donde se mece mi alma como un puerto
de labios de vino tinto.
Luego, se marcha tras Dionisios.
¿Qué otra cosa esperabas?
REQUIEM
Perderse de manera irremediable
en un ovillo de preguntas inconclusas
y ofrecer una tartamudez de palabras ciegas.
Temor en el olfato y en la lengua
oficio mudo cubierto de señales ásperas,
el sacrificio de despertar con los brazos
al lado
del mismo cuerpo y con el cuerpo
envuelto en las mismas piedras.
Me han anunciado esta tormenta de picaportes.
Estos vasos destrozados por impactos de
furia
son oficios que se vienen asomando
por los bordes sordos de mi boca
como una ocupación de infamantes
hormigas
que avisan que me pudro como el agua estancada,
que soy casa de un miedo que me habita
en un desesperado hervor de larvas.
Sólo pienso en paladares blancos
manos sumergidas y tumbas profanadas
duelos descolados con escobas partidas
cruces de sal en patios de cemento
paredes que se herrumbran y acochambran
cuchillos que vacían las cuencas
de mis ojos
oraciones que no puedo descifrar
garabatos que la lluvia dibuja
sin que vea cómo desalojan mis cajones
regalan mis ropas y embolsan mis borradores
con restos de yerba mate.
FACUNDO
Y ahora que me levanto
descubriendo tu ojos
mirando como los míos
tu olor enroscado en las sábanas
tu voz en un hilito abriendo la noche
Ahora que no puedo dejar de mirar
como me mirás
Y no puedo evitar preguntar si alguna vez
miré
así a mi padre y viceversa.
Justo ahora que me descubro inútil
pobre de recursos e imágenes
para explicarte lo poco que sé
de mí y del mundo,
los pocos recursos con que cuento
para contar tu sonrisa en las mañanas
la alegría de tenerte entre mis brazos
la soledad muerta de miedo detrás
de la puerta
corriendo a la locura y la miseria
en este país nuestro tan amarillo
y hambriento,
en este retazo triangular del hemisferio
sur
llamado Argentina derivado del latín
argentum.
SILVIO
Mirarnos perplejos en el cuerpo del otro
como una copia arrancada por el tiempo
un dolor que no se salda con palabras
ni con abrazos no dados
Y ahora te tengo a mi costado
y te recorro como el mapa de un tesoro
y pienso que nadie va a quitarme tu voz
tus preguntas pequeñas y tus silencios
Nadie va evitar que nos miremos perplejos
que nos reconozcamos más allá
de los alelos
y las leyes que la genética y el
azar ha cifrado;
nos la pasaremos perdiendo llaves
llegando tarde o dudando de todo
entre el ser y el estar, seguros de que
somos
ambos unos perfectos recién nacidos.
ACOMPAÑAMIENTO
Soy un hombre preocupado
que se pregunta cosas indecibles
en horarios desusados.
Me cuesta el sueño de ayer
el día de mañana
Me cuesta imaginar
un abdomen gigante
una lista de postergaciones
un cubilete de excusas
una justificación
un carro de supermercado.
No preciso de mucha motivación para
el amor
digamos que me sale amarte
como a los ministros endeudarnos,
y me pasaría el día frotándote
el culo
como si fuera la lámpara de Aladino.
Pero sucede que me preocupa
una mancha de humedad en la pared
que varía creando una multitud de
seres indecisos
que preguntan por qué pregunto,
y todos callamos nostálgicos como
bueyes
mientras vos dormís y entre ambos
un abismo
consumido por el silencio que media entre
dos cuerpos
entre la pared y los cuestionamientos
entre la soledad que nadie me quita
y me acompaña,
pero ni quienes la habitan ni yo decimos
palabras
por no despertarte
por no despertarnos,
en fin, por simple impiedad y admiración
por fiera estupidez.
Por Fabio Adalberto González